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TERCERA ENTREGA
JULIO MANGADA (1877-1946)
  ANDRÉS BARTOLOMÉ  | 11 de diciembre de 2015

Julio Mangada Rosenörn fue un militar de peculiar personalidad al que el Gobierno nunca tomó demasiado en serio. Era vegetariano, se proclamaba teósofo (la teosofía es una doctrina de varias sectas que presumen estar iluminadas por la divinidad e íntimamente unidas con ella), propugnaba las bondades del nudismo, era uno de los esperantistas españoles más activos y, según cuenta Manuel Azaña en sus memorias, también espiritista.

El presidente de la República le consideraba un extravagante. En su etapa como ministro de la Guerra, Azaña decidió mantener un arresto a Mangada tras un sonado incidente con el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Manuel Goded, durante un acto militar celebrado en Carabanchel. El suceso hay que situarlo en un periodo en que el entonces ministro está decidido a recortar el poder de la institución castrense a la que, por ejemplo, ha sentado muy mal la abolición de la jura de la bandera.

Después de una comida de oficiales, Goded, que había pronunciado un discurso subversivo y antirrepublicano, arrestó al coronel Mangada por gritar "¡Viva la República!" después de haber gritado él "¡Viva España", tras lo cual, Mangada arrojó al suelo su guerrera y la pateó. Julio Mangada fue arrestado por insubordinación y Goded, que moriría fusilado en Montjuic, sustituido poco después por el general Carlos Masquelet.

Antiguo defensor en el consejo de guerra a los dirigentes de la huelga general de 1917, Mangada era un exaltado republicano que estaba retirado del Ejército -acogido a la Ley Azaña- cuando estalló la guerra. Con sesenta años a cuestas, no dudó en ponerse al frente de la columna que partiría hacia Ávila, y fue implacable con los sublevados en la retaguardia, lo que le convirtió en el jefe republicano que más simpatías despertaba.

Su familia le ayudaba en todo lo que podía. Uno de sus hijos, que le acompañó como telegrafista, enviaba continuos partes al Ministerio de Guerra relatando las acciones de la tropa y pidiendo refuerzos, armas y camiones. La mujer de Mangada actuaba en Madrid como una especie de embajadora de la columna e importunaba continuamente solicitando monos, pistolas y correajes.

Julio Mangada, con miembros de su Estado Mayor en Navalperal

Después de los meses pasados en el "inexpugnable" Navalperal y tras un fallido encuentro con los legionarios de Franco en el frente del Tajo, Julio Mangada es relegado a puestos burocráticos, desempeñando cargos como el de gobernador de Albacete. La derrota le llevará, en 1939, al exilio. Muere en México en 1946.


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