Las Navas del Marqués a 4 de junio de 2023 |
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Cuando llega esta época del año me invade la melancolía. ¿La primavera? No, los impuestos. Y es una melancolía nada romántica. Es un sentimiento de pérdida, de cansancio, de agotamiento vital. Me invade la impotencia, me aturde la vida, me aburre el trabajo, odio la sociedad y me cuesta un mundo levantarme de la cama. Vivo en un estado de cabreo sordo, y las yemas de los dedos me sorprenden con un extraño cosquilleo. Creo que si me dejara llevar tiraría este ordenador por la ventana, rompería airada el televisor y estrellaría la radio contra un espejo. Pero al final, en vez de eso alargo el momento más triste del año, ése en el que constato mi derrota y la de todos los españoles:
Sr. ministro de Hacienda, se lo ruego, devuélvame por favor las cuatro perras de más que me ha quitado por adelantado. Se lo solicito, en esta carta firmada que he tenido que descargarme de la aplicación de Hacienda, que he tenido que imprimir, que he tenido que revisar, que tengo que firmar, que he de llevar al banco. Hágalo cuando quiera, que usted no tiene prisa, porque si se retrasa no le pasara nada. A su disposición por si necesita más información sobre mi vida y patrimonio.
Sumisión, ese es nuestro destino con los impuestos. Deberíamos declararnos en rebeldía, salir en manifestación, paralizar el país, organizar caceroladas, tirar tomates y lechugas en las puertas de todos los organismos públicos, y escupir en la cara a toda esa caterva de desahogados que nos extraen la sangre y nos quitan nuestra propiedad. ¿Para Sanidad y Educacion? Eso es mentira, eso es un mantra podrido, una añagaza a la que se agarran para seguir dilapidando nuestro dinero.
¿Solidaridad? No me hagan reir. ¿Desde cuándo la solidaridad es obligatoria? Miren, cuando hay verdadera necesidad, el Estado ni aparece. Aquí la única solidaridad que pagamos es la de mantener a analfabetos sin formación ni oficio conocido en el Congreso de los diputados. Aquí la única pobreza que aliviamos es la intelectual, y desde luego con poco éxito. Y es que no da de sí el dinero para mantener a tanto indigente intelectual, amigos.
No mejorarán las cosas, más bien al contrario. El Estado es un pozo sin fondo que no ahorra nunca. El Estado cambia el destino del gasto, pero no ahorra nunca. Escuchen atentamente a nuestros políticos y verán que siempre encuentran algo en que gastar lo que han ahorrado, o lo que dicen que han ahorrado. No hay refugios en los que esconderse de estas sanguijuelas. Más tienen, más gastarán. Y si usted más tiene, más pagará. Sin remedio.
¡Cabrones!