Josefa Sanz recibe de manos de dos jóvenes una muñeca ataviada con atuendo miliciano a la que se ha dado en llamar “mascota de Mangada”. Conchita Redondo y Teresa Ardura son “dos muchachas madrileñas que han querido rendir el homenaje de su corazón a una de las figuras más destacadas de estos momentos: el coronel Mangada”. La mujer del militar recoge el regalo, en el que ha colaborado el Socorro Rojo Internacional, en el número 40 de la calle de Lavapiés. Participan los vecinos que, “entre aplausos y vítores", entregan a Josefa Sanz de Mangada “un precioso ramo de flores rojas como la sangre de los combatientes caídos en la lucha”.
En la “sencilla fiesta” intervino una niña de diez años, Dolores Valencia, que leyó “unos versos de salutación escritos por ella misma y dedicados a la esposa del caudillo popular”.
Cuatro días después de publicarse estas líneas, las milicias de Mangada se repliegan a Las Navas del Marqués, con su jefe en Madrid, enfermo en esos momentos.

Revista “Estampa”. 3 de octubre de 1936.
Gracias a Sergio Pérez Paredes