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ANDRÉS BARTOLOMÉ
LA TIJERA POR EL MAUSER
  ANDRÉS BARTOLOMÉ  | 26 de noviembre de 2019

En los primeros años de profesión en “El Diario de Ávila” (entonces conservaba el artículo inicial perdido hace años), teníamos un reportaje o entrevista de tema libre con periodicidad fija. Siempre que pude escribí sobre la Guerra Civil, aunque fuera solo una anécdota dentro de un testimonio más amplio, como es el caso.
Este texto, publicado en 1994 en la contraportada del periódico, tiene como protagonista a un navero al que me presentó otro de sus paisanos, gran amigo y compañero de aquellos días, Félix Rosado.

Después de la charla me presté a un corte de pelo del entrevistado, un hábil maestro que hace mucho nos dejó.

LA TIJERA POR EL MAUSER

Nicolás Rodríguez, medio siglo como peluquero en Las Navas

A. Bartolomé.
Fotos: A.B./F. Rosado

Un viejo caserón de Las Navas del Marqués, construido hace 150 años, alberga la que quizá sea la peluquería más antigua de la provincia de Ávila. Nicolás Rodríguez ha estado al frente hasta que la jubilación cerró unas puertas que se abrieron en 1904.

Aunque se resiste a salir del anonimato, Nicolás se decide finalmente a contar al menos parte de una vida plena de anécdotas, la mayoría vividas entre las cuatro paredes de la peluquería que abriera su padre a principios de siglo, en el mismo edificio que ha albergado a la familia durante 150 años.

Nacido en Las Navas en 1918, Nicolás comenzó muy pronto a familiarizarse con tijeras, cortes y aguas de colonia. Tenía 12 años cuando ya observaba detenidamente las explicaciones de su padre, que había aprendido el oficio en El Barraco.

Poco tiempo después, manejaba con soltura la tijera. Así hasta hace cinco años. Más de cinco décadas de profesión, con el paréntesis de la Guerra Civil, que obligó a un joven Nicolás a cambiar el peine por el fusil Mauser. El encuentro con la Columna Mangada que, en su retirada desde el frente de Navalperal pasó 24 horas en Las Navas, es su primer recuerdo del conflicto.

Nicolás rememora el alboroto que montaron los republicanos en el pueblo, aquel 8 de octubre de 1936. “Cuando nos levantamos por la mañana, ya estaban aquí los de Mangada”. Toda la familia “se escondió entre la hierba, esperando a que se fueran”.

El “general” republicano y sus milicianos se marcharon enseguida en dirección a Peguerinos y Santa María de la Alameda.

En el año 1937 el ejército de Franco le llamó a filas, por su quinta. Nicolás estuvo más de un año en Las Navas, a donde le destinaron voluntario desde Segovia, “así la familia estaba más tranquila”. En los frentes estuvo poco, en Extremadura sobre todo, “dos veces en Villanueva de la Serena”.

El final de la guerra le pilló en Toledo. Pero no acabaron ahí sus peripecias como soldado. “Me tiré siete años en el ejército”, recuerda. Aunque la mala suerte también tuvo buena parte de culpa. Cuando se encontraba con permiso indefinido, la entrevista entre Franco y Hitler en Hendaya le obligó a permanecer un año más en filas, al temer el dictador una sorpresa por parte de su colega alemán, que parecía decidido a invadir España.

Con estos antecedentes, no es de extrañar que a Nicolás no le quedaran ganas de ir a la División Azul, como hiciera algún paisano de Las Navas.

De la época siguiente, “muy mala”, recuerda sobre todo las cartillas de racionamiento. “En los años 50 empezamos a funcionar ya, con la ayuda americana”.

Ni comunista ni socialista, Nicolás elogia a Franco, que levantó a España, dice, “sin una perra gorda”.

Para sacar adelante el negocio, el veterano peluquero tuvo que recorrer un largo camino de trabajo que fue prácticamente idéntico para el resto de habitantes de una España famélica. La suerte le sonrió y ha podido vivir de su peculiar establecimiento, que dejó en el camino una larga relación de clientes naveros y madrileños, sobre todo.

La peluquería de Nicolás conserva el sabor de lo antiguo, a pesar de que se hicieron tres reformas en el local, la última en la década de los setenta.

Una “ducha” para lavar la cabeza, de 1930, hace pensar en una máquina del tiempo al entrar en el viejo caserón navero. “Tiene remiendos por todos lados, como el dueño”, bromea Nicolás.

Después del trabajo, el fútbol ha sido la verdadera pasión del viejo peluquero, que siempre ha tenido tiempo para el equipo local, al que ha seguido en bastantes desplazamientos por la provincia. “No me pierdo ni un partido de Las Navas”, asegura.

Quizá sea una de las mayores satisfacciones que le quedan a Nicolás, que tanto ha bregado desde que, muy pequeño, siguiera las indicaciones de Victorio, su padre, tijera en mano. “Hemos luchado como hemos podido y seguimos luchando”.


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