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ANDRÉS BARTOLOMÉ
"PRIMERO TUS HIJOS, LUEGO LOS QUE VENGAN"
  ANDRÉS BARTOLOMÉ  | 5 de marzo de 2020

El fin de semana pasado estuvimos una vez màs junto a la casa que guarda cruentos recuerdos de aquellos primeros días tras el 18 de julio...

A la muerte del párroco siguieron las detenciones y posterior ejecución de otros vecinos de Navalperal: en primer lugar, Juan Martín y sus hijos Ventura y Jesús, “que hicieron frente a los de Mangada desde la casa de don Jerónimo Fernández, la mejor casa que hay en el pueblo”, afirmaba Segundo Herranz. “Se liaron a disparar e hirieron a dos o tres” desde ese todavía impresionante caserón que hay junto a la Capilla del Cristo, construido en 1893 por el entonces alcalde de Navalperal, Jerónimo Fernández Yagüe, médico de profesión.
También fueron detenidos los hijos de Juan Manuel del Río –Tomás, César y Antonio–; Félix Fernández –médico especialista de pulmón y corazón–; Agustín Rosino, Vicente Bernaldo de Quirós y un guardia civil retirado de nombre Agapito.
Según el testimonio de Julia Yuste, algunos hombres integrados en la Columna o llegados junto a ella, venían informados –o lo eran in situ– de cuáles eran las personas que “había que ir a buscar”. Los motivos, no sólo porque sus ideas no fueran afines a la República si no, como sucedió en toda España, y en Madrid con especial virulencia en los primeros meses de la guerra, porque afloraron muchas cuentas pendientes cobradas con sangre.
También en Navalperal hubo venganzas como la que relata Andrés Méndez en su libro sobre el pueblo y que tiene como protagonista a Agustín Rosino, que era conducido al cementerio en un camión para ser fusilado con el resto de los detenidos cuando, aprovechando un descuido y con el camposanto de la localidad ya a la vista, saltó del vehículo con intención de escapar.
Saltaron tres de los milicianos en su persecución, disparándole continuamente e hiriéndole en una pierna, aunque pudo esconderse entre la maleza y despistar momentáneamente a sus captores. Uno de ellos desiste de la persecución, pero los otros dos vuelven a verle y disparan sobre el huido una vez más. Tendido en tierra, más muerto que vivo, Rosino es por fin alcanzado y, como quiera que sus perseguidores se habían quedado sin munición, le rematan con grandes piedras arrojadas sobre su cabeza.
¿La razón de semejante saña? Agustín Rosino tenía una tienda en la que, poco antes de la guerra, le habían robado unos individuos llegados de Madrid en un pequeño camión. Rosino, defendiendo su propiedad, hirió gravemente a uno de los ladrones, que murió poco después en una Casa de Socorro a cuya puerta le dejaron sus compañeros de robo. Uno de los milicianos que dieron a muerte a Rosino era uno de estos ladrones, deseoso de vengar a su compañero.
Mientras tenía lugar este acto de venganza, una vez el resto de detenidos había llegado a las tapias del cementerio, Juan Martín se acoge al derecho de todo ajusticiado a ver cumplida una última voluntad y pide al pelotón de ejecución que le mate a él en primer lugar, porque no quiere ver morir a sus hijos. “Primero, tus hijos, y luego, los que vengan”, le responden antes de acabar con su vida.

"La Guerra Civil en Navalperal de Pinares".
Andrés Bartolomé. 2019


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