Las Navas del Marqués a 4 de junio de 2023 |
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Muchas veces ha ocurrido que, leyendo un libro ambientado en la Guerra Civil, me encontrara con alguna mención a Navalperal de Pinares aquellos días cruentos. A veces sospechando que en cualquier momento podía aparecer el pueblo y otras por sorpresa, como en esta ocasión, cuando la referencia la descubrí una de estas noches con una obra publicada en noviembre pasado, “Con plomo en las alas” (Almuzara). El libro, firmado por Pedro Corral, relata la cinematográfica historia –de hecho fue llevada a la gran pantalla– del piloto norteamericano Harold E. Dahl y la cantante de vovedil Edith Rogers, con quien acababa de casarse semanas antes de llegar a España en 1937.
Derribado su avión durante la batalla de Brunete, Dahl es capturado, juzgado y condenado a muerte ante un pelotón de fusilamiento. Dejando de lado el meollo del relato –Corral hace una meritoria recreación basada en la correspondencia enviada por el aviador estadounidense a su mujer–, el texto nos interesa por un personaje en concreto. Se trata de David Gómez, “un joven piloto madrileño”, sargento de aviación de 19 años, confinado en la misma prisión de Salamanca en la que Dahl y él mismo esperan ser juzgados.
Linotipista y huecograbador en el diario madrileño “Ahora”, David “fue uno de los miles de civiles madrileños que dejaron todo para combatir en las montañas de Guadarrama a los facciosos que se dirigían a tomar Madrid desde las provincias de Castilla”, leemos ya avanzado el libro. “Se unió a la columna del teniente coronel Mangada, un militar retirado que no dudó en hacer frente en las montañas de Ávila a sus conmilitones sublevados”.
Escribe Corral que nuestro protagonista “se ganó muy pronto la confianza de sus camaradas y pasó a formar parte de la escolta personal de Mangada”, sobre el que decía el miliciano que “siempre corrían rumores de que iba a sufrir un atentado por parte de agentes fascistas”.
“Como tantas gentes del pueblo movilizadas para combatir contra los moros y legionarios de Franco, David no había pegado un tiro en su vida. Aprendió a disparar con un máuser en el mismo frente de batalla, en un pueblecito llamado Navalperal, que viene a significar algo así como ‘llanura de los perales’. Una de las primeras veces que disparó su fusil fue a unos aviones enemigos que sobrevolaron sus posiciones”.
Más adelante, el autor explica que al joven se le acusa de “crímenes contra personas indefensas en la retaguardia”. Asegura David ante uno de los jueces que le interroga que él “no ha matado a nadie, que nunca ha formado parte de ninguna banda de asesinos”. Pero sí reconoce que sabe de “gente que se dedicaba a eso, incluso entre la columna del coronel Mangada. Había un grupo de milicianos que se hacía llamar Los Malditos, que se dedicaban a asesinar a derechistas de la comarca de Navalperal, pero que no recordaba el nombre de ninguno de ellos porque él no formaba parte de ese grupo”.