Todas las caídas tienden a ser más o menos dolorosas, esta no lo fue mucho, pero si esclarecedora.
Por mayo era por mayo que dado el fausto acontecimiento de mi cumpleaños mis compañeros de trabajo tuvieron la ocurrencia de hacerme desistir de mi muy querido Nokia, de los de toda la vida, es un decir y me regalaron un bonito Smartphone.
Así las cosas empecé tímidamente a tocar la pantallita e incluso llegué a poner un toque de clarín como tono de llamada, pero nada más.
Nada más hasta que ese mayo de 2014 operaron a mi hijo mayor de algo en la garganta y claro está eso mermó por un tiempo su capacidad de hablar.
Ante tal situación y antes de visitarle en el sanatorio compré en una tienda de esas de cosas raras una pizarrita y unas pequeñas tizas así como un cepillito borrador.
Tan contento estaba yo con mi compra y fue al dársela que me miró con cara de asombro y agitando su mano insistentemente desde su cama me señalaba su IPHONE (creo que se dice así).
Yo la verdad es que no entendía nada.
Acto seguido sus hermanos me arrebataron mi nuevo telefonillo y me instalaron WhatsApp.
Esto si no fue una conjunción planetaria como diría alguna si fue un orquestado complot contra mi intimidad que desde entonces he compartido y me ha abierto ventanas de relación que hasta entonces tenía sólo entreabiertas.
A partir de ese momento caí del guindo……y se abrieron las ventanas.

Miguel González Quijano