Las Navas del Marqués a 4 de junio de 2023 |
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Aún no ha amanecido. Jesús Nazareno baja la empinada callejuela tambaleándose lentamente, iluminado solo por las velas.
Se detiene, tercera parada, al llegar al final de la cuesta.
Yo simplemente contemplo la bajada como otros años, más por costumbre que por fe, hasta que una voz, un quejido anhelante, rompe el silencio. Sale de la garganta y del corazón de la mujer que tengo a mi lado, plantada en mitad de la acera, sin moverse. El quejido en forma de saeta hace que casi caigan lágrimas del aire. Su cara suplicante, sus ojos anegados de esperanza erizan mi piel. Hasta me parece que la imagen ha cobrado vida.
Al terminar camina descalza para colocarse detrás de Jesús y seguirle el resto del recorrido.
Yo quedo noqueada durante un largo rato, sin poder dar un paso.
Después me dirijo a la entrada de la iglesia y espero pacientemente, casi dos horas, para ver entrar la procesión.
Cuando regresan al templo, la mujer desconocida de la acera, ahora con los pies empolvados, seguramente sangrantes, espera, sin dejar de mirar ni un segundo al Nazareno, hasta que éste se esconde tras la puerta. Después baja la cabeza, me parece ver en su rostro un esbozo de sonrisa, se da la vuelta y se aleja.
Algunos días en que me siento desvalida, perdida o desorientada, resuena en mi interior el quejido esperanzador de aquella mujer en una madrugada de Viernes Santo.
Lola L. D.